ALGUIEN

 


Si alguien pudiera concederme un deseo le pediría que me hiciera dueña del tiempo, un instante valdría, agarraría por las solapas al futuro y a gritos de incertidumbre le obligaría a hablar. Si la rabia no funcionara intentaría chantajearlo. Un cambio: su sabiduría por mi presente. Porque mi presente es cojo, para poder andar se apoya en el ayer pero le falta la muleta del mañana. Por eso se tambalea, por eso a veces tropieza y se hace daño. Pero también cuando descansa en unas rodillas, cuando esconde la cabeza en unos hombros, cuando ve que sus sueños escondidos se realizan se vuelve tan egoísta que nada le importa. Se mira en un espejo que le devuelve su imagen multiplicada, sin sitio para nada más. Correr es lo que lo mueve y volar lo que lo para.

Si esa misma persona en vez de hacer milagros fuera, por imaginar, arquitecto le pediría que me enseñase a derribar muros, los necesarios para que pasará la luz, me enseñaría a mantener las columnas que aseguran mi tejado por si algún día necesito un buen refugio, dejaría en sus manos las obras en mi carácter. Entonces, abriría ventanas por si alguien que errante paseara por mis jardines se quisiera asomar, perdería las llaves de mi puerta, o mejor, destrozaría los candados a martillazos de seguridad por si algún loco con la vista poco clara se decidiera a visitarme.

Si por el contrario fuera un pintor de sencillez le compraría todos sus cuadros, usaría sus pinturas para adornar mis paredes hasta que tapara por completo ese feo papel, ese laberinto sin salida en el que se pierden mis ideas, incluso dejaría algunos sin colgar, esparcidos por el suelo para cuando me pesa la mirada y no logro levantarla.

También podría ser afilador que pasará silbando melodías, las escucharía y de un salto recuperaría esos cuchillos que guardé ya inservibles hace tiempo y que utilizaba para cortar el miedo, su filo volvería a brillar y mi valentía sería capaz de enfrentarse a esa larga incertidumbre que encuentro en todas partes, me reiría en la cara de ese maldito miedo que me da perder.

Mas lo ideal es que fuera repartidor de ecos a domicilio. Le encargaría el eco de una voz, el eco de una risa y hasta el eco de unas manos, pasaría mis noches entre esos sonidos, olas recuperadas con las que jugaría sin descanso y respiraría... hasta alcanzar esa isla que encontré un principio de verano y que ojalá ningún silencio me robe.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

DIOSSSSSSS me fascinan tus escritos!! Será que puedes seguir escribiendo? tus palabras son mi refugio!